La salud de nuestro planeta se encuentra en una encrucijada. La degradación de los ecosistemas terrestres es un problema que ha ido en aumento durante las últimas décadas y que amenaza con consecuencias devastadoras para la biodiversidad, la seguridad alimentaria, la salud humana y el desarrollo económico.
Estas son algunas de las cifras alarmantes que nos advierten del futuro que nos espera si no actuamos ya.
- Un 75% del medio terrestre y un 66% del marino se han degradado por la acción humana. (Plataforma Intergubernamental sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas, IPBES, 2019).
- La tasa de extinción de especies se está acelerando a un ritmo sin precedentes, con miles de especies desapareciendo cada año. (IPBES, 2019).
- Las poblaciones de animales salvajes están disminuyendo a un ritmo preocupante, poniendo en peligro ecosistemas enteros. (IPBES, 2019).
- La deforestación, la urbanización y otras actividades humanas están destruyendo hábitats naturales a un ritmo alarmante. (IPBES, 2019).
- Los servicios esenciales que nos brinda la naturaleza, como la purificación del aire y el agua, la regulación del clima y la producción de alimentos, están siendo agotados a un ritmo insostenible. (IPBES, 2019).
¿Cómo frenar la degradación de los ecosistemas terrestres? La respuesta no es sencilla y requiere un cambio radical en nuestra relación con la naturaleza. Se necesitan medidas urgentes y ambiciosas a todos los niveles, desde los gobiernos y las empresas hasta las comunidades locales y los individuos.
¿En qué consiste la degradación de los ecosistemas terrestres?
La degradación de los ecosistemas terrestres es un proceso silencioso pero devastador que afecta a la salud y el funcionamiento de los sistemas naturales que sustentan la vida en la Tierra. Se manifiesta en la pérdida de biodiversidad, la disminución de la fertilidad del suelo, la alteración de los ciclos del agua y del carbono, la fragmentación de los hábitats y la proliferación de plagas y enfermedades.
En pocas palabras, la degradación de los ecosistemas terrestres implica el deterioro de la capacidad de estos sistemas para cumplir con sus funciones ecológicas esenciales, como la producción de alimentos, la purificación del aire y del agua, la regulación del clima y la protección contra la erosión y las inundaciones.
¿Qué hay detrás de la degradación de los ecosistemas terrestres? El impacto humano
Detrás de este problema complejo se encuentran una serie de causas interconectadas, todas ellas impulsadas por la actividad humana.
La deforestación
La tala indiscriminada de árboles para la agricultura, la ganadería, la extracción de madera y el desarrollo urbano es uno de los principales motores de la degradación de los ecosistemas terrestres. Los bosques, considerados los pulmones verdes del planeta, son hábitats esenciales para miles de especies y cumplen funciones vitales como la regulación del clima, la purificación del aire y del agua, la prevención de la erosión y la protección de la biodiversidad.
La agricultura invasiva
Las prácticas agrícolas intensivas, caracterizadas por el uso excesivo de fertilizantes químicos, pesticidas y maquinaria pesada, están degradando la fertilidad del suelo, contaminando el agua y reduciendo drásticamente la biodiversidad. La dependencia de monocultivos y la desaparición de hábitats naturales son algunas de las consecuencias más graves de este modelo agrícola insostenible.
La urbanización descontrolada
La expansión descontrolada de las ciudades y la construcción de infraestructuras como carreteras, presas y embalses están fragmentando los hábitats naturales, aislando a las poblaciones de animales y plantas y alterando los patrones de flujo de agua. La pérdida de áreas verdes y la impermeabilización del suelo son solo algunos de los impactos negativos de la urbanización sobre los ecosistemas terrestres.
El cambio climático
El aumento de las temperaturas, las sequías, las inundaciones y los fenómenos meteorológicos extremos, intensificados por el cambio climático, están alterando los ecosistemas terrestres de manera irreversible. Muchas especies no logran adaptarse a estos cambios bruscos, lo que pone en peligro su supervivencia y acelera la pérdida de biodiversidad.
La sobreexplotación de recursos
La pesca excesiva, la caza furtiva y la explotación desmedida de recursos naturales como el agua, los minerales y la madera están agotando los recursos naturales a un ritmo insostenible. Esta sobreexplotación, junto con la demanda cada vez mayor de bienes y servicios, está poniendo en riesgo la capacidad de los ecosistemas para regenerarse.
La contaminación
La pesca excesiva, la caza furtiva y la explotación desmedida de recursos naturales como el agua, los minerales y la madera están agotando los recursos naturales a un ritmo insostenible. Esta sobreexplotación, junto con la demanda cada vez mayor de bienes y servicios, está poniendo en riesgo la capacidad de los ecosistemas para regenerarse.
Las especies invasoras
La introducción de especies exóticas invasoras en nuevos ecosistemas puede tener un impacto devastador sobre la biodiversidad local. Estas especies, al no tener depredadores naturales, compiten por recursos con las especies nativas, transmiten enfermedades y alteran los ecosistemas. La globalización, el comercio internacional y el cambio climático están facilitando la propagación de estas especies invasoras.
La falta de conciencia ambiental
La desconexión de la sociedad con la naturaleza y la falta de conciencia ambiental son factores que contribuyen a la degradación de los ecosistemas terrestres. La percepción de que los recursos naturales son infinitos y la priorización del crecimiento económico por encima de la sostenibilidad ambiental son algunas de las barreras que debemos superar para cambiar nuestra relación con el planeta.
¿Qué puedes hacer desde tu municipio?
Las entidades locales, como ayuntamientos, comarcas y diputaciones, tienen un papel fundamental en la lucha contra la degradación de los ecosistemas terrestres. Su cercanía a la ciudadanía y su capacidad para gestionar el territorio las convierten en actores clave para implementar prácticas basadas en la ecología que permitan revertir esta situación.
Impulso a la agricultura ecológica o sostenible
- Promover prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente, como la agricultura ecológica, la agroecología y la permacultura.
- Apoyar a los agricultores locales en la adopción de estas prácticas, mediante formación, asesoramiento y ayudas económicas.
- Incentivar el consumo de productos locales y de temporada, reduciendo así la huella de carbono del transporte de alimentos.
Protección y restauración de los bosques
- Crear y gestionar áreas protegidas para conservar la biodiversidad y los servicios ecosistémicos de los bosques.
- Promover la reforestación de áreas degradadas, utilizando especies autóctonas y fomentando la participación de la comunidad local.
- Combatir la tala ilegal y el comercio de madera ilegal.
Gestión sostenible del agua
- Reducir el consumo de agua mediante campañas de sensibilización y la implementación de medidas de ahorro en el hogar y en la industria.
- Proteger las fuentes de agua de la contaminación, como ríos, acuíferos y humedales.
- Recuperar y restaurar los ecosistemas acuáticos degradados.
Buena gestión de los residuos
- Implementar sistemas de recogida selectiva de residuos para facilitar su reciclaje y reutilización.
- Reducir la generación de residuos, fomentando el consumo responsable y la economía circular.
- Educar y sensibilizar a la ciudadanía sobre la importancia de la gestión adecuada de los residuos.
Apoyar la investigación y la innovación
- Financiar investigaciones que busquen soluciones innovadoras para la conservación y restauración de los ecosistemas terrestres.
- Colaborar con universidades, centros de investigación y ONGs en el desarrollo de proyectos ecosistémicos.
- Difundir los resultados de las investigaciones a la comunidad local y a los responsables políticos.