En los últimos años, la deuda externa de los países en desarrollo ha alcanzado niveles sin precedentes, generando una creciente preocupación en la comunidad internacional. En 2023, estos países destinaron la cifra récord de 1,4 billones de dólares al servicio de su deuda, marcando el coste más alto en intereses de las últimas dos décadas. Según el último informe sobre la deuda internacional del Banco Mundial, los costes totales del servicio de la deuda han alcanzado entre el 3,5 % y el 4 % del ingreso nacional bruto de estos países, el nivel más alto en 17 años.
El aumento del coste de los intereses ha impactado gravemente los presupuestos nacionales, reduciendo significativamente los fondos disponibles para sectores esenciales como la salud, la educación y la protección del medio ambiente. Esta carga financiera es aún más preocupante en los países más pobres y vulnerables, que dependen del financiamiento de organismos internacionales para sostener su crecimiento económico. En promedio, los pagos de intereses de los países más endeudados representan ahora casi el 6 % de sus ingresos de exportación, alcanzando hasta un 38 % en algunos casos, lo que dificulta su capacidad de inversión en desarrollo sostenible.
Este escenario plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de la deuda externa y la necesidad de estrategias eficaces para aliviar la presión financiera sobre los países en desarrollo. La cooperación internacional y la implementación de mecanismos de reestructuración de deuda son fundamentales para garantizar que estos países puedan equilibrar sus compromisos financieros sin comprometer su progreso económico y social.
En este contexto, el ODS 17, que promueve alianzas globales para el desarrollo sostenible, cobra una relevancia aún mayor como herramienta para fomentar soluciones inclusivas y equitativas en la gestión de la deuda global.
¿Qué es la deuda externa?
La deuda externa se refiere al conjunto de obligaciones financieras que un país adquiere con entidades extranjeras, abarcando tanto la deuda del sector público como la del sector privado. Esto implica que los gobiernos, empresas y ciudadanos de un país pueden tener compromisos financieros con acreedores internacionales, ya sean otros gobiernos, bancos extranjeros o instituciones financieras globales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial.
Este tipo de deuda puede adquirirse para financiar proyectos de infraestructura, hacer frente a emergencias económicas, responder a desastres naturales o impulsar sectores estratégicos de la economía. Sin embargo, el endeudamiento externo también conlleva riesgos, ya que el pago de intereses y capital puede afectar la estabilidad económica de un país, especialmente cuando las tasas de interés son elevadas o cuando el país enfrenta dificultades en la generación de ingresos.
Clasificación de la deuda externa:
- Según el deudor: puede ser deuda pública (contraída por el gobierno) o deuda privada (asumida por empresas y particulares).
- Según la moneda: puede emitirse en moneda nacional o en divisa extranjera, lo que influye en la vulnerabilidad a fluctuaciones del tipo de cambio.
- Según el tipo de interés: puede ser a interés fijo (manteniéndose estable en el tiempo) o a interés variable (sujeta a cambios en los mercados financieros).
- Según el plazo de pago: se clasifica como deuda a corto plazo (vencimiento menor a un año) o a largo plazo (más de un año).
- Según el instrumento financiero: puede estructurarse a través de bonos, préstamos bancarios, líneas de crédito u otros mecanismos financieros.
Uno de los principales desafíos de la deuda externa es el riesgo de sobreendeudamiento, que puede derivar en crisis económicas cuando un país no puede cumplir con sus obligaciones. En estos casos, los gobiernos deben negociar reestructuraciones o recurrir a mecanismos de alivio de deuda para evitar impactos negativos en su desarrollo económico y social. La gestión responsable de la deuda externa es crucial para garantizar que los países en desarrollo puedan acceder a financiamiento sin comprometer su estabilidad futura.
Diferencia entre deuda externa y deuda pública
Si bien la deuda externa y la deuda pública están relacionadas, son conceptos distintos. La deuda pública hace referencia a los compromisos financieros adquiridos por el Estado para financiar su déficit, ya sea mediante la emisión de bonos o la obtención de préstamos de entidades financieras. Esta deuda puede estar en manos de acreedores nacionales o extranjeros, y su magnitud se suele expresar como porcentaje del PIB para evaluar la capacidad del país de hacer frente a sus obligaciones.
Por otro lado, la deuda externa engloba todas las obligaciones financieras de un país con entidades extranjeras, incluyendo tanto la deuda pública como la deuda privada. Es decir, mientras que la deuda pública se enfoca en los compromisos del gobierno, la deuda externa abarca también los préstamos y obligaciones de empresas y ciudadanos con acreedores internacionales. Esta diferencia es crucial, ya que el impacto de la deuda pública recae principalmente en la política fiscal del gobierno, mientras que la deuda externa puede afectar la estabilidad económica general del país y su acceso a financiamiento en los mercados internacionales.
Panorama actual de la deuda en los países en desarrollo
El incremento en los pagos de intereses ha llevado a muchos países en desarrollo a una situación crítica, desviando recursos clave de sectores esenciales como la salud, la educación y la infraestructura. En los últimos tres años, el número de impagos soberanos ha aumentado drásticamente, superando la cantidad registrada en las dos décadas anteriores. Actualmente, cerca del 60 % de los países de ingresos bajos enfrentan un alto riesgo de sobreendeudamiento o ya están en esa situación.
El endurecimiento de las condiciones financieras globales ha llevado a los prestamistas privados a reducir el crédito disponible para los países en desarrollo, al mismo tiempo que exigen mayores reembolsos. En 2022, los nuevos préstamos de acreedores privados disminuyeron en un 23 %, mientras que los pagos de reembolso superaron en 185.000 millones de dólares a los créditos otorgados. Este fenómeno ha intensificado la presión sobre los gobiernos, dificultando aún más la sostenibilidad fiscal de las naciones más vulnerables.
Los efectos combinados de la pandemia, la inflación global, la guerra en Ucrania y el aumento de las tasas de interés han creado un entorno financiero altamente desafiante para los países en desarrollo. La salida de capitales, el encarecimiento del endeudamiento y la creciente presión por cumplir con los pagos de deuda han exacerbado las desigualdades económicas, incrementando el número de personas en situación de pobreza extrema. Ante este panorama, la comunidad internacional enfrenta el reto urgente de implementar soluciones de alivio y reestructuración de la deuda que permitan a estos países recuperar estabilidad económica y avanzar en sus objetivos de desarrollo sostenible.