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¿Sabías que, según datos de la ONU, en 2050 el 70% de la población mundial vivirá en un entorno urbano? Hoy en día, ya más de la mitad de las personas del planeta habitan en ciudades, y esta tendencia no deja de crecer. Esta concentración urbana ha convertido a las ciudades en actores clave tanto en los retos como en las soluciones globales, especialmente en la lucha contra el cambio climático.

No se trata solo de un dato demográfico: la forma en que diseñamos y gestionamos nuestro entorno urbano tiene un impacto directo en nuestra salud, bienestar y calidad de vida, así como en el futuro de las generaciones que vienen detrás.

¿Qué es el entorno urbano?

Cuando hablamos de entorno urbano, nos referimos al conjunto de espacios, infraestructuras, servicios y relaciones sociales que conforman las ciudades y áreas metropolitanas. Es el escenario de nuestra vida cotidiana: las calles que transitamos, los parques donde descansamos, el aire que respiramos, los servicios públicos a los que accedemos y las redes sociales que construimos.

El entorno urbano no es solo un espacio físico: es un ecosistema complejo que influye en nuestro bienestar emocional, en nuestra salud física y en nuestras oportunidades de desarrollo personal y profesional.

¿Cómo afecta la contaminación a nuestra salud?

La calidad del entorno urbano tiene una relación directa con nuestra salud. La contaminación atmosférica, el ruido urbano o la falta de zonas verdes pueden incrementar el riesgo de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y problemas de salud mental. 

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la contaminación del aire causa alrededor de 7 millones de muertes prematuras al año en todo el mundo. Un urbanismo que priorice la movilidad sostenible, los espacios naturales y la calidad ambiental es clave para mejorar nuestra salud y aumentar nuestra esperanza de vida en las ciudades.

¿Las ciudades están preparadas para el futuro?

La mayor parte del crecimiento urbano ocurre en ciudades pequeñas y pueblos intermedios, exacerbando las desigualdades y la pobreza urbana. Se estima que, en 2020, 1100 millones de residentes urbanos vivían en barrios marginales o en condiciones similares, y en los próximos 30 años, se espera que otros 2000 millones de personas vivan en tales asentamientos, principalmente en países en desarrollo. Esto muestra la urgente necesidad de planificar el crecimiento urbano de forma sostenible y equitativa.

Los retos más urgentes para las ciudades

Las ciudades, que ocupan apenas el 3% de la superficie terrestre, son responsables de entre el 60% y el 80% del consumo de energía mundial y del 75% de las emisiones de carbono. Además, muchas de ellas son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático y a los desastres naturales debido a su alta densidad poblacional y localización geográfica. 

Mejorar la resiliencia urbana se vuelve, por tanto, crucial para proteger vidas humanas, bienes y economías locales.

¿Cómo nos afecta todo esto?

A largo plazo, estos problemas afectan a toda la población. La desigualdad social puede generar tensiones y aumentar la inseguridad. La contaminación deteriora la salud de las personas, disminuye la productividad laboral y afecta negativamente a la economía. 

Los desastres naturales, por su parte, pueden alterar profundamente el estilo de vida en las ciudades. Es importante entender que incluso quienes viven en zonas rurales también sufren los efectos de la contaminación urbana.

El riesgo de dejar crecer las ciudades sin planificación

Si permitimos que las ciudades crezcan de forma orgánica, sin una estrategia sostenible, las consecuencias pueden ser devastadoras: proliferación de barrios marginales, congestión del tráfico, incremento de emisiones de gases de efecto invernadero y expansión descontrolada de suburbios. Apostar por un desarrollo urbano sostenible significa crear ciudades que ofrezcan calidad de vida, oportunidades económicas y un entorno saludable para todos.

¿Sale caro implementar prácticas sostenibles?

Si bien la inversión inicial puede ser alta, los beneficios económicos, sociales y ambientales son mucho mayores. Crear redes de transporte público eficientes, por ejemplo, no solo mejora la movilidad, sino que también reduce la contaminación, dinamiza la economía local y mejora la calidad de vida de la población.

Entorno urbano y desarrollo sostenible: una relación imprescindible

El crecimiento de las ciudades plantea enormes desafíos, pero también ofrece oportunidades únicas para impulsar un modelo de desarrollo más sostenible. Es aquí donde la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) cobran especial relevancia.

El ODS 11, «Ciudades y comunidades sostenibles», llama a lograr que las ciudades sean inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles. Esto implica planificar los entornos urbanos para reducir la contaminación, fomentar el acceso equitativo a espacios verdes, mejorar el transporte público, garantizar vivienda adecuada y promover la participación ciudadana en la toma de decisiones.

Otros ODS también están profundamente ligados al entorno urbano: el ODS 3 (Salud y bienestar), el ODS 13 (Acción por el clima) o el ODS 7 (Energía asequible y no contaminante) dependen, en gran medida, de cómo diseñamos, vivimos y transformamos nuestras ciudades.

El papel de las entidades locales en la construcción de entornos urbanos sostenibles

Las entidades locales tienen una oportunidad decisiva para liderar la transformación hacia ciudades más sostenibles. A través de políticas urbanas integradoras, el fomento de la movilidad sostenible, la ampliación de zonas verdes, la rehabilitación energética de edificios y la promoción de una participación ciudadana activa, los municipios pueden convertirse en motores de cambio real. 

Planificar desde lo local, con una visión de largo plazo y alineada con los ODS, es clave para construir entornos urbanos que protejan la salud, impulsen la economía y mejoren la calidad de vida de todas las personas.